El adolescente tiene la enorme facilidad de convertir deseos
(lo que quiero) en necesidades (lo que necesito). No es nada infrecuente
escuchar de nuestr@s hij@s comentarios
del tipo “necesito un nuevo móvil”, “tengo que mirar mis whatsapp sin falta” o
“tengo que ir a ver la última de Star Wars ya”. Obviamente todo esto son cosas
de las que sin duda disfrutan, pero que no son necesarias para su supervivencia.
Por eso es importante que entendamos la diferencia que existe entre necesidades
y deseos y que la hagamos entender a nuestr@s hij@s.
Podemos decir que las necesidades son básicas para la
supervivencia de cualquier ser humano. Las necesidades se ubican en la base de
la famosa pirámide que describió Abraham Maslow, donde encontramos, además de
las necesidades fisiológicas como la alimentación, la hidratación y el
descanso, las necesidades emocionales o afectivas. De este tipo de necesidades
hablaremos con detenimiento más adelante. Por otro lado, los deseos no son
necesarios para nuestra supervivencia. Pueden ser cosas que ansiamos o nos
motivan, pero su no consecución no pone en riesgo nuestra vida. Veamos un
ejemplo. Yo puedo desear fervientemente que me toque la lotería. Es más, puedo
fantasear o imaginar qué haría con ese dinero. Pero el hecho de que no me toque
la lotería no implica que mi supervivencia esté en riesgo.
En cambio, las necesidades que vamos a detallar a
continuación sí que son imprescindibles para una buena salud mental de nuestros
hijos. A continuación, vamos a enumerar las 15 necesidades emocionales o
afectivas de todo niño o adolescente (también podemos incluir a los adultos,
por supuesto). Cuantas más acciones llevéis a cabo con vuestros hijos para
satisfacerlas en el día a día, mejor:
No basta con pensar que queremos a
nuestr@s hijo@s, sino que debemos decírselo y actuar en consecuencia
1) Explicitarles nuestro cariño. Todos los días debemos
decirles a nuestros hijos lo mucho que les queremos, lo mucho que les echamos
de menos en el trabajo y lo orgullosos que nos sentimos de cómo son. Esto es
fundamental para una buena autoestima. No basta con pensarlo, sino que debemos
decírselo y actuar en consecuencia. Si hoy no le has dicho a tu hijo que le
quieres, intenta que sea lo primero que le digas en cuanto lo veas.
2) Enseñarles a regular sus emociones. ¿Cómo llegó una
persona a convertirse en un gran cirujano y a desempañar tan bien su profesión?
La clave está en tener un gran maestro y en dedicarle muchas horas. Lo mismo
pasa con la regulación emocional. Los niños necesitan que sus padres les
enseñen a identificar y gestionar sus emociones. A partir de ahí todo se va
mejorando en función de la experiencia. El problema está cuando los padres no
saben regular sus propias emociones. Si ellos no saben, cómo les van a enseñar
a sus hijos. Difícilmente. Por ello, si tienes alguna dificultad para gestionar
tus propias emociones, busca ayuda antes de enseñarle a tu hijo. Si queremos
que nuestros hijos en un futuro sean capaces de autorregular sus emociones, es
imprescindible que ahora que son pequeños les heterorregulemos sus emociones,
es decir, que aprendan a regular sus emociones con nuestra ayuda.
3) Tiempo de calidad y de cantidad. La idea de que los niños
necesitan tiempo de calidad con sus padres sin importar la cantidad es
completamente falsa. En mi opinión es una idea que se ha creado para que
aquellos padres que trabajan muchas horas y dedican, consecuentemente, poco
tiempo a sus hijos no se sientan muy mal por ello. Por eso completamente falsa.
Los niños necesitan mucho tiempo compartido con sus padres (cantidad) y con
máxima dedicación (calidad). No es estar solamente en la misma habitación o
lugar que ellos, sino con dedicación exclusiva (juegos, tareas compartidas,
deberes escolares, aficiones, etcétera).
La idea de que los niños necesitan tiempo de calidad con sus
padres sin importar la cantidad es falsa
4) Ofrecerles contextos de seguridad y protección. Este es
el primer pilar si queremos fomentar un apego seguro en nuestros hijos. Un niño
no se puede sentir seguro si nunca ha sido protegido. La seguridad es el
contexto a partir del cual vendrán las siguientes características del apego
seguro. Proteger a nuestros hijos cuando sientan miedo, temor, rabia o tristeza
es nuestra función. Si en alguna ocasión no lo hiciste, te recomiendo que a
partir de ahora ayudes y calmes a tu hijo siempre que experimente alguna
emoción desagradable y que no sepa gestionar por sí solo.
5) Sintonía emocional. Es imprescindible que estemos en
sintonía emocional con nuestros hijos, es decir, que atendamos, legitimemos y
conectemos con las emociones que están experimentando. Así, por ejemplo, un
padre estará en sintonía emocional con su hijo cuando, ante una situación
concreta, este le muestre su miedo o rabia, y el padre comprenda y atienda lo
que le pasa a su hijo. Consiste en estar receptivo ante las necesidades del
niño. Es como conectar vía wifi nuestro hemisferio derecho, que es el
emocional, con su hemisferio derecho. Si no lo has hecho en un número
importante de veces, trata de hacerlo, pues no conectar con sus emociones y
afectos tiene repercusiones negativas.
6) Responsividad. La responsividad es la parte que sigue a
la conexión emocional. Para poder ser responsivo, que no responsable, he tenido
que conectar emocionalmente con mi hijo, si no será imposible. La responsividad
consiste en darle al niño lo que necesita. No consiste en acceder a sus
caprichos, sino en acceder y cubrir sus necesidades. Como decíamos al
principio, las necesidades no se negocian puesto que son imprescindibles para
la supervivencia. La madre o padre que es responsivo es aquel que da al menor
aquello que realmente necesita. Si ante un conflicto de nuestro hijo con un
amigo, este se muestra preocupado y nosotros le decimos que no le dé más
vueltas y que se ponga a hacer los deberes que es lo importante, no estamos
siendo responsivos porque no estamos atendiendo su necesidad. ¿Habitualmente
solemos ser responsivos con nuestros hijos? Dedícale unos segundos a pensar
sobre ello.
7) Asumir el rol que nos corresponde como padres. Los padres
no somos amigos de nuestros hijos. Tampoco somos sus criados, aunque a veces lo
pueda parecer. Somos sus padres, y debemos asumir el papel que esto implica.
¿Realmente estamos ejerciendo de padres o a veces nos comportamos como colegas
de nuestros hijos?
Los niños necesitan una estimulación suficiente y adecuada.
Pasado ese mínimo de estimulación, no se consiguen mayores aprendizajes
8) Establecer unos límites claros. Una de las obligaciones
que tenemos los padres es implantar una serie de normas y límites en el
contexto familiar. Nuestros hijos necesitan las normas. Es algo tan necesario
como sano. ¿Os imagináis una ciudad sin semáforos y sin señales de tráfico?
¿Verdad que sería un verdadero caos? Lo mismo pasa con los niños. Necesitan
saber hasta dónde pueden llegar y cuál es su perímetro de seguridad. Cuando
establecemos unos límites y se los explicitamos a nuestros hijos les estamos
diciendo “te quiero”. Te pongo límites porque te quiero y me importas. ¿Habéis
reflexionado sobre la cantidad de límites que hay en vuestra familia? ¿Son
muchos, pocos o inexistentes? Es recomendable pensar sobre ello.
9) Respetar, aceptar y valorar. Cuando respetamos, aceptamos
a nuestros hijos como son y los valoramos positivamente, los estamos mirando
incondicionalmente. Demostramos que nuestro amor hacia ellos es incondicional,
es decir, no depende de nada. Los queremos por quienes son y no por lo que
hacen o dejan de hacer. ¿Estamos mirando incondicionalmente a nuestros hijos o
nuestro amor hacia ellos depende de algo (resultados académicos,
comportamiento, actitud, etcétera)?
10) Estimulación suficiente y adecuada. Hace algunos años,
se puso de moda la hiperestimulación en nuestros menores. A los niños los
llevábamos de un sitio a otro para “exprimirlos” al máximo cognitivamente
hablando. Teníamos que aprovechar el tiempo y la plasticidad cerebral antes de
que se cerrasen esas ventanas. Hoy en día sabemos que los niños necesitan una
estimulación suficiente y adecuada. Pasado ese mínimo de estimulación, no se
consiguen mayores aprendizajes, sino todo lo contrario: exigencias, estrés e
hiperestimulación. El eslogan que dice cuanto antes y más estimulemos a
nuestros hijos, mejor es falso. ¿Debemos los padres replantearnos cómo
enfocamos, por ejemplo, las actividades extraescolares de nuestros hijos?
Seguramente sí.
11) Favorecer su autonomía. Decíamos antes que la primera
característica del apego seguro era la protección. Pues bien, la otra cara de
la moneda de la protección y la seguridad consiste en favorecer la autonomía, o
lo que es lo mismo, favorecer su curiosidad y su espíritu aventurero y
explorador. Venimos a este mundo con la emoción de la curiosidad en el kit de
supervivencia, lo que nos lleva a tener muchas ganas de aprender cosas nuevas.
Es de vital importancia, no solo que nos parezca bien que nuestros hijos
curioseen, sino que les invitemos a hacerlo.
Cuando establecemos unos límites y se los explicitamos a
nuestr@s hij@s les estamos diciendo “te quiero”
12) Sentido de pertenencia. Sentirnos parte de un grupo es
de vital importancia para el ser humano y para otros muchos mamíferos. ¿Habéis
visto en los documentales de La 2 qué lugares ocupan en la manada las crías más
jóvenes? Generalmente suelen ir en el centro, es decir, en el lugar de mayor
seguridad y protección. De ahí viene la importancia del grupo y la manada. El
sentirnos parte de un grupo o de varios aumenta las probabilidades de
supervivencia. Una de las características que suelen cumplir los niños que
sufren acoso escolar es el no pertenecer a un grupo. Es muy importante que
nuestros hijos pertenezcan, como mínimo a un grupo, si no más. ¿Estamos
haciendo una buena labor como padres para favorecer el ámbito social de
nuestros hijos? Tan importante es este ámbito como el académico, ¿verdad? Si
estamos de acuerdo, doy por hecho que nunca castigamos los malos resultados
académicos con no salir con los amigos o ir a los partidos de fútbol, ¿verdad?
13) Favorecer su capacidad reflexiva. La capacidad
reflexiva se refiere a pensar sobre lo que nos pasa, cómo lo estamos haciendo,
cómo nos sentimos, nuestra evolución y progresos, etcétera. Es importante que
ayudemos a nuestros hijos a que aprenden a pensar sobre las emociones que
sienten, lo que piensan, cómo se comportan, etcétera. También es un trabajo muy
interesante para nosotros los adultos.
14) Identidad. A lo largo de los primeros meses y años de
vida, se va produciendo un proceso de diferenciación entre el bebé/niño y la
madre, ya que al principio el pequeño no lo hace. Con el paso del tiempo
debemos favorecer en los niños esta identidad propia que nos diferencia del
resto de personas.
15) Magia. La magia es uno de los mecanismos de defensa más
potentes que tienen los niños. Los adultos lo solemos llamar autoengaño. Todo
lo que tiene que ver con la magia, lo oculto, lo divino y lo fantasioso es algo
que cautiva a todos los niños. Lo que supone un misterio es algo que “engancha”
a los niños. Aprendamos a utilizar y poner de nuestro lado la magia y la
fantasía.
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